jueves, 29 de enero de 2009

Una vez más, y siempre, el libro por Umberto Eco




Para el autor de Obra abierta, El nombre de la rosa y tantas obras notables, el libro es uno de esos inventos, que como la cuchara o la rueda, pertenecen a una tecnología eterna, esencialmente inmutable.

Por Umberto Eco
Para la nación-Milán 1995

Días atrás, haciendo distraídamente zapping, di con un canal donde estaban pasando una suerte de spot o de anuncio de una transmisión por venir. Se estaba publicitando los prodigios del CD-ROM, o sea eos disquitos, hipermediales que nos pueden dar el equivalente de toda una enciclopedia, con colores, sonidos y posibilidades de instantáneas uniones entre tema y tema. Como estoy haciendo alguna experiencia en este campo, y por lo tanto conocía el argumento, lo seguía distraídamente. Hasta que, en determinado momento, oí incluso mi nombre: se estaba diciendo que yo afirmaría que esos disquitos sustituirían definitivamente a los libros.
Nadie, a menos que sea un paranoico, puede pretender que los otros lean todo lo que se escribe, pero al menos puede esperar que no le hagan decir lo contrario, especialmente si lo están usando ilícitamente, como testimonio de alguna cosa. Es un hecho que voy repitiendo a los cuatro vientos, que el CD-ROM no podrá sustituir al libro. O quien hizo ese texto es un cretino o es un mentiroso. No hay otras posibilidades. En todo caso habría que haber esterilizado a sus padres a tiempo; ahora es demasiado tarde.
Hay dos tipos de libros: los que sirven para consultar y los que sirven para leer. Los primeros (el prototipo es la guía telefónica, pero se extiende a los diccionarios y a las enciclopedias) ocupan demasiado lugar en la casa, son difíciles de manejar y costosos. Ellos podrán ser sustituidos por discos multimediales, así habrá más espacio en la casa y en las bibliotecas para los libros que sirven para leer (que van desde la Divina Comedia hasta el último policial).
Los libros para leer no podrán ser sustituidos por ningún artefacto electrónico. Están hechos para ser tomados en la mano, llevarlos a la cama, o en un barco, aun allí donde no hay pilas eléctricas, incluso donde y cuando cualquier bateria está descargada, pueden ser subrayados, soportan marcas, señalalibros, pueden dejarse caer en el piso o sobre las rodillas cuando nos sorprende el sueño; van en el bolsillo, se ajan, asumen una fisonomía indiviudal según la intensidad y asiduidad de nuestras lecturas, nos recuerdan (si se ven demasiado frescos y lisos) que todavía no los hemos tocado; se leen poniendo la cabeza como queremos nosotros, sin imponernos una lectura fija y tensa de la pantalla de una computadora, muy amigable en todo excepto para las cervicales. Prueben leer toda La Divina Comedia, aunque más no sea una hora por día, en una computadora, y después me lo cuentan.
Un libro para leer pertenece a esos milagros de una tecnología eterna de la cual forman parte la rueda, el cuchillo, la cuchara, el martillo, la cacerola, la bicicleta. El cuchillo fue inventado muy pronto, la bicicleta mucho más tarde. Pero por más que los diseñadores se afanen, modificando alguna particularidad, la esencia del cuchillo es siempre la misma. Hay máquinas que sustituyen al martillo, pero para algunas cosas habrá que recurrir a algo que se asemeje al primer martillo aparecido sobre la faz de la Tierra. Podrán inventar un sistema de cambios sofisticadísimo, pero labicicleta sigue siendo lo que es: dos ruedas, un asiento y dos pedales. De otro modo se llama motoneta o es otra cosa.
La humanidad ha ido adelante por siglos leyendo y escribiendo primero sobre piedras, luego sobre tablitas, más tarde sobre rótulos, pero era un trabajo ímprobo. Cuando descubrió que se podían enlazar entre sí unas hojas, aun siendo manuscritas, dio un suspiro de alivio. Y no podrá nunca renunciar a este instrumento maravilloso.
La forma del libro está determinada por nuestra anatomía. Puede haberlos muy grandes, pero en general tienen función de documento o de decoración: el libro estándar no debe ser más pequeño que un paquete de cigarrillos ni más grande que el Espresso. Depende de las simensiones de nuestras manos, y esas -al menos por ahora- no han cambiado.
Es cierto que la tecnología nos promete máquinas con las cuales podríamos explorar, vía computadora, las bibliotecas de todo el mundo, elegir los textos que nos interesan, tenerlos impresos en casa en pocos minutos, con los caracteres que deseamos -según nuestro grado de presbiopía y de nuestras preferencias estéticas-, mientras la propia fotocopiadora nos acomoda las hojas y las une, de modo que cada una pueda componerse de las obras personalizadas. ¿Y entonces? Habrán desaparecido los que componen las tipografías, las uniones tradicionales, pero tendremos entre las manos, una vez más, y siempre, un libro.
Traducción de Antonio Alberti, La Nación.

Enrique Santos Discépolo y el tango:



Mis canciones nacen así: voy caminando por Corrientes y se me aparece un tango en el oído. Primero se me ocurre la letra, es decir, el asunto. El tema me empieza a dar vueltas en la cabeza durante varios días. Hasta que de pronto estoy sentado en la mesa de un café, leyendo en mi casa o caminando por la calle y empieza a zumbarme en el oído la música que corresponde a un estado de espíritu, a esa situación de tango. Y aquí se me presenta la tragedia porque yo no se música. Al piano, apenas le saco cuatro notas. Aprendí violín un año y medio y nunca pude tocar medianamente bien. y desde luego, no se escribir música. Cuando el tango me empieza a silbar en el oído, corro a buscar a un amigo para que me lo escriba. Muchas veces, no lo encuentro enseguida. Y aquí empieza la desesperación para que esas notas (esas notas que de repente se me han presentado) no se vayan. Entonces, empiezo a cantarlas. Y sigo cantándolas en voz alta. Aunque vaya por la calle y todos se paren a mirarme como a un loco. Aunque este en un café y todas las mesas se vuelvan hacia mí. En ese momento, nada me importa. Lo único que me preocupa es que no se me escape mi tango. Retenerlo con el canto hasta que mi amigo me lo venga a atar a la escritura... Y así hasta que el tango quede fijo en el papel. Pero el origen del tango es siempre la calle. Por eso, voy por la ciudad tratando de entrar en su alma, imaginando en mi sensibilidad lo que ese hombre o esa muchacha que pasan quisieran escuchar, lo que cantarían en un momento feliz o doloroso de sus vidas.
Enrique Santos Discépolo.

-Su biografía-

Enrique Santos Discépolo Deluchi, conocido como Discepolín, fue compositor, músico, dramaturgo y cineasta argentino. Nació en el barrio porteño de Once el 27 de marzo de 1901 y falleció el 23 de noviembre de 1951. Componía fundamentalmente tango, siendo alguno de ellos: "Que vachaché"; "Yira... yira..."; "Que sapa señor"; "Cambalache"; "Sueño de juventud", entre otros...

-El tango-

El tango es un estilo musical y una danza rioplatense de naturaleza netamente urbana y renombre internacional. Clásicamente se interpreta mediante orquesta típica o sexteto y reconoce el bandoneón como su instrumento esencial. La coreografía, diseñada a partir del abrazo en pareja, es sumamente sensual y compleja. Las letras están compuestas con base a un argot local llamado lunfardo y suelen expresar las tristezas, especialmente "en las cosas del amor", que sienten los hombres y las mujeres de pueblo, circunstancia que lo emparenta en cierto modo con el blues, sin que ello sea un impedimento para el tratamiento de otras temáticas, incluso humorísticas y políticas.

miércoles, 28 de enero de 2009

Historia de Ziggy por Mario Vargas Llosa:



La gente cree que la institución más poderosa y respetable de Gran Bretaña es el Parlamento, pero yo creo que es la RSPCA, siglas con las que tengo a veces pesadillas y con las que ruego a todos los santos no tomarme nunca. Porque los recursos de la Royal Society for the Prevention of Cruelty of Animals son cuantiosos, su prestigio incomensurable, sus servidores legión y, sus armas, sutiles como beso de cobre y contundentes como abrazo del boa constrictor.
Puede dar testimonio de ello Lisa Chapman, joven camarera, a la que, para su ventura y desventura, su hermana reglaó hace cierto tiempo, a fin de que le hiciera compañía, a Ziggy, una rata que estaba por ucmplir dos años. La bella y la bestia hicieron buenas migas y todo iba de maravilla hasta que -una víctima más de la recesión que asola a Europa- Lisa perdió su empleo. Las veintisiete libras semanales de seguro social le alcanzaban a dura penas para sobrevivir y la muchacha enfermó. Almas caritativas la invitaron a pasar unos días en el campo y Lisa partió, dejando a una amiga encargada de cuidar a Ziggy en su ausencia.
Antes de que cantara el gallo, delatores anónimos alertaron a la Real Sociedad de las siglas de marras, la que, en el acto movilizó a uno de sus sabuesos, el inspector John Paul, a verificar la denuncia. Introduciéndose -¿mediante infracción?-, el investigador comprobó que Ziggy llevaba ya seis días abandonada a su suerte, sin agua para beber y apenas con unos miserables trozos de queso para su sustento. Su escrupuloso informe señala que la rata "temblaba, estaba deshidratada y profundamente deprimida" (extremely depressed). Sin pérdida de tiempo, John Paul se llevó consigo a Ziggy a una clínica veterinaria, donde fue sometida a un tratamiento de urgenica, abase de antibióticos, que le produjo una transitoria recuperación. Pero unos días después contrajo una pulmonía y murió. Los facultativos decretaron que había fallecido de inanición.
Ni corta ni perezosa, la entidad de las siglas impronunciables llevó a Lisa Chapman a los tribunales, acusándola de negligencia y crueldad para con la difunta Ziggy. Hubo audiencias públicas, en las que la camarera desempleada, llorando a lágrima viva, juró que "quería a mi animalito a morir" y explicó que había aceptado aquella invitación que la apartó de su rata solamente porque "yo también me estaba muriendo de hambre con las veintisiete libras semanales de seguro". Pero ni estas razones, ni las del abogado defensor, quien pretendió traumatizar la recta escala de valores del tribunal con la isidiosa pregunta "¿Cómo se puede juzgar a alguien por dejar morir a una rata en una ciudad donde, en cualquier almacén, se compran trampas para roedores?", salvaron a Lisa de una humillante condena: ciento treinta libras de multa y una mancha indeleble en su curriculumb vitae.
Satisfecho con la sentencia, John Paul, el temible difnatario y representante de las siglas-trabalenguas, comentó a la prensa: "Se ha hecho justicia. En lo que amí y a la RSPCA se refiere, Ziggy era un ser de sangre caliente, capaz de experimentar dolor y hambre, como cualquier ser humano. No lamentamos haber puesto lo ocurrido en manos de los jueces." El caso ha costado unas ocho libras a los contribuyentes británicos.

(Extraído de "Búsqueda", 1° de julio de 1993)

Adyacentes verbales:

Adyacente: Es la parte de la oración que depende del verbo conjugado y lo complementa.

Sujeto léxico: Es el adyacente verbal que concuerda en número y persona con el verbo conjugado. Se sustituye por los pronombres personales que ccumplen función sujeto (yo, tú, él, ella, nosotros, ellos, ellas, ustedes). Suele responder a la pregunta ¿quién? o ¿quiénes? pero también puede responder a la pregunta ¿qué?

Complemente directo: Es el adyacente verbal que suele responder a la pregunta ¿qué?. Se sustituye por pronombres personales átonos (lo, la los, las, me, te, nos). Estos pronombres concuerdan con el sustantivo núcleo del adyacente.

Complemento indirecto: Es el adyacente verbal que responde a la pregunta ¿a quién?. Siempre va encabezado (tiene adelante) por la preposición a. Se sustituye por los pronombres personales átonos (le, les, me, te, nos)

Complemento circunstancial de tiempo: Es el adyacente verbal que suele responder a la pregunta ¿cuándo?. Este adyacente aporta información temporal. Se sustituye por adverbios de tiempo (entonces, ahora, ayer...)

Complemento circunstancial de lugar: Este adyacente aporta información especial. Suele responder a la pregunta ¿dónde?. Se sustituye por adverbios de lugar (allí, ahí, etc.)

Complemento circunstancial de modo: Este adyacente aporta circunstancias de modo o manera. Suele responder a la pregunta ¿cómo?. Se sustituye por adverbios de modo (así).

Complemento preposicional: Este adyacente verbal siempre va a estar encabezado por una preposición (a, ante, baja, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sobre, tras). La preposición es imprescindible, no se puede sustituir. Las preguntas estan encabezados por la misma preposición que el adyacente. Algunos ejemplos de verbos que exigen preposición son: hablar de; ir a; salir con; estar en.

Atributo: El atributo es un adyacente verbal pero también es un complemento del sujeto léxico. Pues el atributo complementa al sujeto léxico a través del verbo. El atributo suele ser un adjetivo que concuerda en genero y número con el sustantivo núcleo del sujeto léxico. El atributo siempre se sustituye por el pronombre lo. Suele aparecer con los verbos copulativos ser, estar y parecer.

martes, 30 de diciembre de 2008

El primer trastorno:



La carretera viboreaba entre árboles y gramilla. Una larga estela de humo segía marcando nuestro trayecto roncador. Quedó atrás un carro, una jardinera, una yunta de bueyes. Habíamos rodado horas y avanzado poco a la agotadora mañana... Cada tanto al cruzar un arroyo, nos deteníamos a reponer agua al radiador hirviente, a refrescarnos... La gatiga nos hizo dormir entre los bultos.
El primer trastorno fue en Punta Ballena.
La inmensa loma era era demasiado para el motor. En la maravilla del paisaje esteño nos bajamos a empujar los cuatro. Con el corazón al galope, los cuerpos empapados y un crepitar de huesos llegamos a la cumbre, luego vino el descenso vertiginoso. No sé como llegó entera a la planicie. Allí nos detuvimos a mirarla. Me recordaba un macarrón con sed.
Nos zambullimos en las saladas aguas transparentes. Lo hicimoes en calzoncillos, entre bañistas y grupo de curiosos. Jadeando empapados, entre ironías y muchachas de cobre, nuestro baño fue exitoso y breve. A Carlín le picó un aguaviva.La gran bola de gelatina fue aplastada en la orilla, insultada en forma escandalosa. Indefensa y barbuda se dejó masacrar por el miope.
Cuando dejó de saltarle encima, abandonó la playa con aire de mata siete.

martes, 23 de diciembre de 2008

Atendiendo al loco Charly Good


Los psicologos tenemos fama de atender a gente loca y sobre todo de ser unos locos nosotros. En cierto punto tienen razón, he atendido mucha gente que parece tranquila y... mientras estan en la terapia les dan algunos ataques, que, por decirlo de alguna forma: "te matan". En ocaciones, el escuchar a determinadas personas conjuntamente de sus vivencias te contagian un poco de locura (otro tanto ya la tenemos incorporada a nosotros, como todos, o ¿me van a decir que ustedes no tienen un poco de locura unida?).
Ahora bien, hablamos mucho de la locura, pero ¿qué es?. Es la perdida de juicio, una acción desacertada... Mas vease también que es la excitación del ánimo, es decir, te estimula, te provoca y te inspira ánimo. ¡Sí!, la locura tiene su parte buena y ¡esa es la parte que me encnata d emi trabajo!

Para variar me puse a analizar pavadas y ¡me fui por "las ramas"! En esta oportunidad no quería escribir acerca de mi trabajo, sino lo que sucedió un día en él: Me encontraba sentada tomando u café, cuando mi secretaría golpeó la puerta. Iba a tener dos pacientes muy peculiares: Carlos Bueno y Juan Ramón Carrasco.
Cuando Bueno ingreso le salude con un exclamativo ¡Charly Good!, por lo cual se molesto, no le agrada que le digan así. ¡Empezamos barbaro! Quería comenzar una conversación por lo que le pregunte por qué había ido a visitar a un psicologo. Su respuesta fue breve y sin dar muchas vueltas: lo habían mandado. ¿Por qué? "Porque estoy loco, pero ningún psicologo ni nadie me va a cambiar. Ami me gusta ser así" Una vez que dijo eso no me dio tiempo a nada porque se retiro. Nunca más lo vi más que por televisión, en la que alguna vez me nombro. Supongo que a muchos les creara una intriga inmensa saber quién sera esa psicologa y cómo habrá sido dicha consulta. ¡Ustedes ya lo saben!

Escrito por mi: Débora Sánchez.

Fragmento de El Plan Infinito de Isabel Allende:


Hace un calor implacable, el paisaje está seco, no ha llovido desde el comienzo de los tiempos y el mundo parece cubierto de un fino talco rojizo. Una luz inclemente distorsiona el contorno de las cosas, el horizonte se pierde en la polvareda. Es uno de esos pueblos sin nombre, igual a tantos otros, una calle larga, una cafetería, una solitaria bomba de gasolina, un retén de policía, lso mismos míseros comercios y casas de madera, una escuela en cuyo techo flota una bandera desteñida por el sol. Polvo y más polvo. Mis padres han ido al almacén a comprar las provisiones de la semana. Olga ha quedado a cargo de Judy y de mí. Nadie anda por la calle, las persianas están cerradas, la gente espera el fresco para volver a la vida. Mi hermana y Olga dormitan en un banco en el porche de la tienda, aturdidas por el calor, las moscas las acosan, pero ya no se defienden y dejan que les caminen por la cara. En el aire flota un aroma inesperado de azúcar tostada. Grandes lagartijas azules y verdes se asolean inmóviles, pero cuando trato de atraparlas huyen a refugiarse bajo las casas. Estoy descalzo y siento la tierra caliente en la planta de los pies. Juego con Oliver, le tiro una gastada pelota de trapo, me la trae, la lanzo de nuevo, y así me alejo del lugar, doblo una esquina y me encuentro en un callejón estrecho, en parte sombreado por los rústicos aleros de las casas.