martes, 30 de diciembre de 2008

El primer trastorno:



La carretera viboreaba entre árboles y gramilla. Una larga estela de humo segía marcando nuestro trayecto roncador. Quedó atrás un carro, una jardinera, una yunta de bueyes. Habíamos rodado horas y avanzado poco a la agotadora mañana... Cada tanto al cruzar un arroyo, nos deteníamos a reponer agua al radiador hirviente, a refrescarnos... La gatiga nos hizo dormir entre los bultos.
El primer trastorno fue en Punta Ballena.
La inmensa loma era era demasiado para el motor. En la maravilla del paisaje esteño nos bajamos a empujar los cuatro. Con el corazón al galope, los cuerpos empapados y un crepitar de huesos llegamos a la cumbre, luego vino el descenso vertiginoso. No sé como llegó entera a la planicie. Allí nos detuvimos a mirarla. Me recordaba un macarrón con sed.
Nos zambullimos en las saladas aguas transparentes. Lo hicimoes en calzoncillos, entre bañistas y grupo de curiosos. Jadeando empapados, entre ironías y muchachas de cobre, nuestro baño fue exitoso y breve. A Carlín le picó un aguaviva.La gran bola de gelatina fue aplastada en la orilla, insultada en forma escandalosa. Indefensa y barbuda se dejó masacrar por el miope.
Cuando dejó de saltarle encima, abandonó la playa con aire de mata siete.

martes, 23 de diciembre de 2008

Atendiendo al loco Charly Good


Los psicologos tenemos fama de atender a gente loca y sobre todo de ser unos locos nosotros. En cierto punto tienen razón, he atendido mucha gente que parece tranquila y... mientras estan en la terapia les dan algunos ataques, que, por decirlo de alguna forma: "te matan". En ocaciones, el escuchar a determinadas personas conjuntamente de sus vivencias te contagian un poco de locura (otro tanto ya la tenemos incorporada a nosotros, como todos, o ¿me van a decir que ustedes no tienen un poco de locura unida?).
Ahora bien, hablamos mucho de la locura, pero ¿qué es?. Es la perdida de juicio, una acción desacertada... Mas vease también que es la excitación del ánimo, es decir, te estimula, te provoca y te inspira ánimo. ¡Sí!, la locura tiene su parte buena y ¡esa es la parte que me encnata d emi trabajo!

Para variar me puse a analizar pavadas y ¡me fui por "las ramas"! En esta oportunidad no quería escribir acerca de mi trabajo, sino lo que sucedió un día en él: Me encontraba sentada tomando u café, cuando mi secretaría golpeó la puerta. Iba a tener dos pacientes muy peculiares: Carlos Bueno y Juan Ramón Carrasco.
Cuando Bueno ingreso le salude con un exclamativo ¡Charly Good!, por lo cual se molesto, no le agrada que le digan así. ¡Empezamos barbaro! Quería comenzar una conversación por lo que le pregunte por qué había ido a visitar a un psicologo. Su respuesta fue breve y sin dar muchas vueltas: lo habían mandado. ¿Por qué? "Porque estoy loco, pero ningún psicologo ni nadie me va a cambiar. Ami me gusta ser así" Una vez que dijo eso no me dio tiempo a nada porque se retiro. Nunca más lo vi más que por televisión, en la que alguna vez me nombro. Supongo que a muchos les creara una intriga inmensa saber quién sera esa psicologa y cómo habrá sido dicha consulta. ¡Ustedes ya lo saben!

Escrito por mi: Débora Sánchez.

Fragmento de El Plan Infinito de Isabel Allende:


Hace un calor implacable, el paisaje está seco, no ha llovido desde el comienzo de los tiempos y el mundo parece cubierto de un fino talco rojizo. Una luz inclemente distorsiona el contorno de las cosas, el horizonte se pierde en la polvareda. Es uno de esos pueblos sin nombre, igual a tantos otros, una calle larga, una cafetería, una solitaria bomba de gasolina, un retén de policía, lso mismos míseros comercios y casas de madera, una escuela en cuyo techo flota una bandera desteñida por el sol. Polvo y más polvo. Mis padres han ido al almacén a comprar las provisiones de la semana. Olga ha quedado a cargo de Judy y de mí. Nadie anda por la calle, las persianas están cerradas, la gente espera el fresco para volver a la vida. Mi hermana y Olga dormitan en un banco en el porche de la tienda, aturdidas por el calor, las moscas las acosan, pero ya no se defienden y dejan que les caminen por la cara. En el aire flota un aroma inesperado de azúcar tostada. Grandes lagartijas azules y verdes se asolean inmóviles, pero cuando trato de atraparlas huyen a refugiarse bajo las casas. Estoy descalzo y siento la tierra caliente en la planta de los pies. Juego con Oliver, le tiro una gastada pelota de trapo, me la trae, la lanzo de nuevo, y así me alejo del lugar, doblo una esquina y me encuentro en un callejón estrecho, en parte sombreado por los rústicos aleros de las casas.

La langosta: dos invasiones de Enrique Piñeyro.


Fueron dos, si la memoria no me falla: primero en el 33 o 34, y la segunda en el 38, las invasiones de langosta que padeció por entonces nuestro país. Recuerdo los comentarios de los mayores, sobre la tragedia que amenzaba nuestra república, con la presencia de la langosta. Ese bichito que no pasa de cuatro o cinco centímetros, voraz, que asolaba sembrados, árboles, jardines y viñedos y atentaba contra la economía de un país entero.
Ya había "devorado" todo lo plantado en el sur de Brasil, venía del Chaco paraguayo y amenazabacon entrar al Uruguay. Las "mangas" de langosta iban al capricho del viento, pero eran inexorables al momento de la invasión. Se las veía venir como una masa informe, oscura, como una nube que presagia tormenta.
Recuerdo que las había de dos clases, saltona y voladora. Ignoro de cuál de las dos eran las que se instalaron en Pocitos, lo que se había anunciado con la debida antelación y el horror de las personas mayores. Cuando llegaron y se instalaron, y fue por varios días, la verdad que fue aterrador.
Mi experiencia personal fue singular. Una tarde de verano salimos a la calle y todos los jardines y terrenos que nos circundaban se hallaban invadidos, tapados, por la "manga", mientras su zumbido nos aturdía con su constante agitar de alas. En pocos minutos un árbol, un transparente, quedaba reducido al tronco. Con mi primo Alfredo, pasado el estupor del primer momento y luego de oír algunas advertencias con respecto al peligro de los "monstruitos" nos entró el interés "científico" por investigarlas. Y a ello nos abocamos, munidos de un par de guantes y pañuelos y portando una caja de zapatos para guardarlas.
Nos acordamos del terreno donde se hallaba ubicada la cancha de Trouville--en desuso- en la esquina de 26 de Marzo y avenida Brasil y allá fuimos. Vimos trabajar a la langosta en su apogeo. Aparte de que nos golpeaban de continuo, seguían implacablemente su devastación. Nunca he vivido una experiencia semejante. Llenamos la caja y salimos rajando, asustados.
Siempre que suceden estas cosas hay alguien que pretende sacar ventaja o, por lo menos, burlarse del prójimo. Es lo que sucedió, según se contaba en mi casa.
Apareció en la prensa un aviso donde se anunciaba que mediante la entrega de una módica suma, enviada por correo, se recibía a vuelta de correo un aparato infalible para matar langosta. Los incautos que enviaron su pedido, que fueron muchos, recibieron efectivamente un lindo paquete muy bien envuelto conteniendo una tablita y un martillito. Y las instrucciones. Se decía que debía poner al bicho en la tablita y pegar un golpe seco con el martillo. La langosta perecía irremediablemente.
Excuso decir que el verano pocitense fue lastimoso. Completamente invadida la playa con la langosta muerta, las aguas conservaron durante varios días a los bichitos flotando. Huboq ue esperar una fuerte sudestada que limpió e agua. Pero en la arena varias cuadrillas de la Intendencia, rastrillo y pala en mano, juntaron montones de langostas.
Nunca olvidaré mientras viva, la impresión que recibí al entrar a la cancha y verme completamente "rodeado" de esos bichitos, con su batir impresionante y el zumbido ensordecedor.

Enrique Piñeyro, La langosta: dos invasiones.
Crónica de Pocitos, Montevideo, octubre de 2006


lunes, 22 de diciembre de 2008

Primeras experiencias de Graciela Cabal


Yo siempre fui una nena adicta a la lectura, libroindependiente, y a los cuatro años ya sabía que, cuando fuera grande, iba a ser escritora.
En realidad, la que quería ser escritora era mi mamá, pero mi papá se le atravesó en su camino y chau pinela. Por eso yo había jurado, de chiquita, que nunca, nunca, nunca me iba a casar, para que ningún marido me jorobara la paciencia pidiéndome cosas mientras yo escribiera mis libros. También había jurado que jamás iba a ir a la escuela a aprender nada. Así que la que me enseñó a leer y a escribir fue mi mamá. A la escuela iba, sí, pero a visitar a mi papá que era el maestro de sexto, y a contarles historias inventadas por mí a los alumnos de él, que eran altos como roperos. Así que empecé mi carrera literaria inventando cuentos encima del escritorio de mi papá.
Después, cuando mi mamá me enseñó a leer y a escribir con el Upa, me puse a escribir los cuentos que había creado. Lo que no sabía era separar las palabras. Por eso al final tuve que ir a la escuela para que la Porota Albaytero, mi maestra de Inferior, me enseñara.
Ahí me transformé en la escritora de la escuela. Y nunca más dejé de escribir ni leer. En la escuela teníamos una linda biblioteca, enorme, pero siempre estaba cerrada para que nadie desordenara los libros. Allí iban los chicos en penitencia, cuando no habían estudiando, porque en la biblioteca vivía el esqueleto (yo no iba porque leía perfecto). En la última hora y cuando nos portábamos bien, la maestra nos leía unos cuentos que sacaba de un libro forradito de tela gris, que en la tapa tenía una nena abrazada a una alcancía y se llamaba Ahorro. A nosotras nos encantaban esas historias de niños castigados con severidad por no cuidar su lapicero, su goma, su pluma cucharita. Libros de diversión no nos leía la Señorita, "porque esos no dejan enseñanza", decía.
En mi casa baundaban los libros de diversión (eran lo único que abundaba: dije que mi papá era maestro), y cada uno tenía su biblioteca.
La de mi papá, con sus estantes repletos de libros de Tor (tapas brillantes y coloridas, páginas ásperas, amarillas gruesas) y de Sopena (alargados, a dos columnas). La de mi mamá, la Bblioteca de la Nación, y sus tomitos rosados, celestes, naranjas, desteñidos por el paso del tiempo y las muchas lecturas. Pero y o quería mi propia blioteca, para guardar mis propios libros. Y al final la conseguí: una vieja heladera a hielo que, bien pintada de verde cotorra y forrada por dentro con las tapas del Billiken, resultó perfecta: los chicos de antes no teníamos muchas pretensiones. Los candorosos tomitos de la Vida Espirital, que un padrino bien intencionado me regaló en la esperanza de modificar mi conducta, al parecer abominable; un diccionario así de gordo- el Pequeño (¿?) Larousse Ilustrado- que yo intentaba aprenderme de memora (¿acaso no iba a ser escritora?) a una página por día; los de la colección amarilla, la Robin Hood, con sus libros de niñas-Mujercitas, Ocho primos, Rosa en flor-, especiales para leer de noche porque procuraban dulces sueños; sus libros de llorar-Corazón, La cabaña del tío Tom, David Copperfield-, buenos para leer cuando una se había peleado con su madre; sus libros de aventuras-Verne, Salgari, Mark Twain-, para leer en el umbral de la puerta de calle, porque era en la calle donde sucedían las cosas interesantes. Pero como yo me terminaba un libro por día-dije qu era adicta-después recurría a los de mi papá y a los de mi mamá. Así, junto con los libros para niños leí El lirio en el valle de Balzac, todos los de Emilio Zola, Macbeth, El doble de Dotoievski, varios de Eca de Queiroz y tantísimos otros...
Sí la lectura y la escritura- la otra cara de la misma moneda-fueron en mi infancia y siguen siendo ahora algo así como la felicidad, un conjuro contra la muerte, un amuleto para mantener a raya los desconsuelos de la vida. En realidad son un vicio, "el vicio impune" del que hablaba Valéry Larbaud.

Datos biograficos de Graciela Cabal:

"Nací hace muchos años (11 de noveimbre de 1939) en Barracas, un barrio de Buenos Aires. Desde que era alta como banco petiso cuento cuentos inventados pro mí. Y después, cuando mi mamá me enseñó a leer y a escribir, escribí esos cuentos en unos cuadernitos que yo tenía. Así que siempre fui escritora. Estudié para ser maestra y, más tarde, entré en la Facultad de Filosofía y Letras, porque yo sabía que ahí iba a tener que andar entre libros, que es lo que más me gusta. Fui titiritera, trabajé en escuelas y en editoriales y escribiendo guiones. Ahora ya tengo publicados más de setenta libros para chicos y para grandes (tengo más libros que años). Viajo mucho, por nuestro país y por otros (por suerte me invitan para que les cuente cuentos y les hable de libros). Y una de las cosas que más orgullosa me pone es que fundé y sigo fundando bibliotecas (varias llevan mi nombre, ja). Además de la pila de premios que recivím haha,
Algunos de mis libros son: Miedo, Batata, Secretos de Familia, Azul (...)"

domingo, 21 de diciembre de 2008

Mirna Delma, una señorita cursi:


-¡Párvulo, párvulo!-llamó Mirna Delma a su hermano menor-No quieres que vayamos a merendar al jardin zoológico? El Servicio Meteorológico dependiente del Ministerio de Marina anuncia que las condiciones climáticas van a ser favorables y que la columna mercurial ascenderá, con tendencia a la canícula. Podríamos llevar un termo con un poco de bebida gaucha.
-Se acabó la yerba, Mirna Delma-dijo la madre.
-No le hace, progenitora, olvídalo. Tomaremos cualquier otra infusión-respondió la cursi poniéndose una pulserita con quince dijes-¡Hace tanto que no veo a los primates, a los proboseídos y a los plantígrados! Súbito, párvulo, atuéndate de otra manera que no me gusta tu atavío.
-Tu hermano no puede ir al zoológico porque le prometí llevarlo al fútbol-dijo el padre.
-¿Vas a llevar al párvulo a un cotejo de balompié?-preguntó dando grititos Mirna Delma- Está bien que un sexagenario como tú se costee hasta la gramilla del club de la ribera para ver cómo las huestes xeneixes defienden su ciudadela, pero creo que es asaz inconveniente que la gente menuda asista a espectáculos tan poco edificantes. Si quieres llévalo a un court donde se practique el deporte blanco.
-¿Qué dice esta tilinga?-preguntó el padre.
-Dice que lo lleves a un partido de tenis-explicó la madre.
-¡Por supuesto!-continuó Mirna Delma.-Yo aspiro para tu vástago que está en la primavera de la vida, un porvenir harto mejor. Mi ilusión es que ocupe algún día el sillón de Rivadavia. La educación que tú le proporcionas, progenitor, no es la conveniente para un imberbe que está por entrar en la primera juventud.
-¡Finíshila!¡Terminala!-gritó furioso el padre pegando un puñetazo sobre la mesa.
-¡Quéordinario que eres, progenitor! ¡Qué ordinario!-protestó Mirna Delma quitánose la mañnaita rosa y poniéndose una casaca con incrustaciones doradas. Será mejor que me tome las de Villadiego.
-¡Andate de una vez, tilinga!-gritó el padre.
-Está bien, ordinario, me iré-repuso Mirna Delma pintándose un lunar en la mejilla izquierda.-Si sigo acá, temrinaré enferma en un nosocomio. No te olvides, progenitora, de decirle a la servidumbre que compre una docena de posturas de ave para la hora de la cena.
Landrú Revista Tía Vicenta, 1961

Párvulo: Niño
Canícula: Período de calor.
Progenitora: Madre
Infusión: Bebida que se obtiene de diversos frutos y hierbas aromaticas inmersos en agua caliente.
Cursi: que pretende ser fino y elegante y no lo es. Esta pasado de moda.
Dijes: Adornos.
Proboseídos: Animal de trompa prensil.
Plantígrados: Que apoyan en el suelo toda la planta del pie.
Súbito: Precipitado, impetuoso, etc.
Sexagenario: Entre sesenta y setenta años.
Se costee: Estar uno al lado del otro.
Huestes: Conjunto de personas que tienen una causa común (partidarios)
Asaz: Muy, bastante, harto
Tilinga: Que hace y dice tonterías.
Vástago: Hijo
Nosocomio: Hospital.

¡Qué bestias!


La duda suscitaba cierta vez entre dos personas sobre si debía decirse ¡soy un bestia! o ¡soy una bestia! nos mueve a aclarar que bestia es un sustantivo femenino, sinónimo de animal cuadrúpedo, especialmente los de carga, como el caballo, la mula, etc., de modo que si alguien quiere exagerar y decir: ¡trabajé como una bestia!, puede hacerlo, que no cometió ninguna transgresión.
Pero usándolo con ese significado o como adjetivo, sinónimo de persona ruda e ignorante, puede sincerarse y decir ¡soy un bestia! o ¡soy una bestia!, que de los dos modos esta bien dicho.
Esto nos recuerda una clase de castellano durante la cual un profesor preguntó a los alumnos cómo era lo correcto: "Me conducí como un bestia" o "me conducí como una bestia".
La mitad de la clase se inclinó por "un bestia", la otra mitad por "una bestia". Entonces el profesor dio un golpe en el pupitre y vociferó: "Está mal de las dos maneras (estupefacción general)... porque no se dice me CONDUCÍ sino me conduje, ¡bestias!

martes, 9 de diciembre de 2008

Categorías de palabras:


En español podemos clasificar las palabras en:

Sustantivo: Semánticamente, los sustantivos nombran objetos concretos o entidades abstractas (ideas, sentimientos, pensamientos, etc). Morfológicamente, los sustantivos son palabras que varian en número (singular-plural) y exepcionalmente en género (femenino-masculino). Cuando varian en género hacen referencia a seres sexuados. Sintácticamente, los sustantivos son término primario. Es decir, que son el núcleo de la frase, por lo tanto el artículo y el adjetivo que lo complementen deben concordar con él en género y número.
Ejemplos: Cartuchera, mesa, calle, examenes, paz, desgracia, etc...

Adjetivos: Semánticamente, los adjetivos califican, caracterizan o dan cualidades. Es decir que los adjetivos describen al sustantivo. Morfóloficamente,los adjetivos varian en género y en número. Excepcionalmente no varían en género. Sintácticamente, el adjetivo es término secundario. Es decir que depende del sustantivo al que complementa y por tanto deben concordar con él.

Adverbios: Morfológicamente, los adverbios son invariables. Sintácticamente, los adverbios son termino terciario. Es decir que complementan a un adjetivo. Cuando depende de un verbo conjugado cumple en la oración la función de complemento circunstancial. Semánticamente, lso adverbios se clasifican en:
De lugar: Allí, aquí, allá, arriba, lejos, cerca, encima, delante, adentro, fuera, alrededor...
De tiempo: Antes, después, ayer, ahora, hoy, mañna, entonces, ya, siempre
De modo: Así, bien, mal, despacio...
De cantidad o cuantificadores: Muy, demasiado, más, mucho, poco, bastante, casi, apenas, menos.
De afirmación: sí, también
De negación: No, tampoco, nunca...
De duda: quizá, acaso, capaz...

Preposiciones: Morfológicamente, las preposiciones son invariables. Sintácticamente, las preposiciones son elementos transpositores. Es decir que traspasan una categoría a otra. Semánticamente, las preposiciones tienen varios significados. Las preposiciones del español son una lista cerrada que solo con el paso de varias décadas cambia Es decir que permite ingresos y desusos. Actualmente las preposiciones del español son: a, ante, bajo, con, contra, de, desde, en , entre, hacia, hasta, para, por, según, sin, sobre, tras, excepto, incluso, mediante y durante.

Definición de las preposiciones arcaicas (que cayeron en desuso) cabe y so:
Cabe: Prep. antigua aún usada en poesía. Significa cerca de, junto a.
So: debajo de, bajo.

Conjunciones: Morfológicamente, las conjunciones son invariables. Sintácticamente, son elementos de enlace. Semánticamente, las conjuciones se pueden clasificar deacuerdo a la relación que entablecen entre los elementos que unen.
Conjunciones coordinantes: son palabras que unen estructuras independientes:
Copulativas: "y"- "e"-"ni"
Disyuntivas: "o"- "u"
Adversativas: "Pero"- "sino"

Verbos: Semánticamente, los verbos suelen indicar significados de acción, de pertenencia, de existencia, etc. La categoría verbos es la más compleja del español. Sintácticamente, los verbos (cuando estan conjugados) son el núcleo de la oración. Morfológicamente, los verbos varian en número, en persona, en tiempo y en modo. También presentan formas no conjugadas.
Formas conjugadas del verbo:
Los verbos que en infinitivo terminan en AR, en participio en ADO y en gerundio en ANDO pertenecen a la primera conjugación
Los verbos que en infinitivo terminan en ER, en participio en IDO y en gerundio en IENDO pertenecen a la segunda conjugación.
Los verbos que en infinitivo terminan en IR, en participio en IDO y en gerundio en IENDO pertenecen a la tercera conjugación.
Hay verbos regulares y verbos irregulares: los verbos regulares mantienen la raíz y agregan la terminación de acuerdo con la conjugación a la que pertenecen; lso verbos irregulares cambian toda la palabra, no mantienen raíz y terminación.

Pronombres: Los pronombres son la categoría más compleja. Morfológicamente, varían en género, en número y/o en persona de acuerdo con su terminación Sintácticamente, los pronombres cumplen distintas funciones en la oración de acuerdo con su clasificación.

Pronombres demostrativos:



Pronombres posesivos:

Pronombres personales:


Pronombres interrogativos:

Pronombres relativos:
Que-quien-cuyo-cuya-cuyos-cuyas-cual-cuales-cuanto-cuanta-cuantos-cuantas

Pronombres exclamativos:






Mensajes de texto de Beatriz Sarlo.


En la escritura de los mensajes de texto, QT1BD quiere decir "que tengas un buen día". Esos grupos de letras, que parecen el nombre de un agente secreto, deseperan a quienes denuncian el "empobrecimiento del lenguaje". En efecto, las palabras de los mensajes de texto son manipuladas con el fin de que la incómoda tarea de tipear en un teclado miniatura resulte lo más breve posible. Si tuviera que escribir un mensaje de texto, yo también usaría cualquier abreviatura y sólo me cuidaría de que ellas fueran traducidas exitosamente por mi destinatario. La tecnología impone un formato de escritura y, si se escriben mensajes de texto, tienen que ser cortos. Se los escribe por la calle, en el subterráneo o conversando con el vecino. No son redacciones escolares, sino formas primarias de la comunicación.

Una vez instalada la necesidad de escribir mensajitos sin parar, hay que tipear la menor cantidad de letras. Un mensaje de texto es como el sándwich que alguien se separa y come de apuro: no obedece a las reglas del arte culinario, sino el hambre. Alguien podría decir que es mejor no tragar parado dos rodajas de mortadela, sino prepararse una ensaladita con varios ingredientes, tender la mesa, poner la radio y comer respetando las reglas de las buenas maneras. Pero, en el momento mismo en que se acepta la posibilidad de escribir un mensaje de texto en dos líneas o de mordisquear medio salame mientras se repasa la agenda del día, quedan descartadas la cortesía ortográfica y la culinaria.

Preguntarse por qué se mandan millones de mensajes de texto nos llevaría a otra cuestión que yo resumiría en una fórmula: el deseo de la conectividad instantánea. Es una de las manifestaciones de la mística contemporánea y, por lo tanto, la cuesti´n no pasa por la taquigrafía de los mensajes sino por la intensidad de su uso.

Preocuparse por las reglas gramaticales frente a los mensajes de texto es como pensar que la alta cocina va a ser aniquilada por las personas que devoran un sándwich sin detenerse a pensar muy bien qué esta comiendo y si quieren comer eso que se han puesto a masticar. La proliferación del fastfood no mandó a la quiebra a los restoranes, ni a los restó, ni a la cocina de autor, ni a las incenciones de cocina-fusión. Por el contrario, en casi todas las ciudades del mundo, las cadenas de comida rápida y todas las formas de la tilinguería o el refinamiento gourmet corren cabeza a cabeza la misma carrera de ascenso al infinito. Se diferencian por su público, y no siempre.

Los emoticones intercalados en los mensajes de correo electrónico me parecen infantiles. Pero no se me ocurriría responsabilizarlos por una mayor elemntalidad expresiva de quienes los usan. Son signos banales cuyas causas están en otro lado. Y lo mismo sucede con los mensajes de texto: si millones de personas encuentran en ellos una especie de antídoto contra el peor de los destinos que sería el de la baja conectividad, el nudo de la cuestión cultural no está en la taquigrafía de abreviaturas y fórmulas con los que se escriben.

Quienes se alarman frente a los mensajes de texto, consideran que, en otras condiciones de escritura, los usuarios (sobre todo los jóvenes) escriben del mismo modo espasmódico. Si esto es verdad, la responsabilidad no está en las pantallas de los celulares, sino en las instituciones que tienen a su cargo difundir las formas de una escritura más elaborada y compleja. COmenzando por la escuela. Si todos los días los adolescentes productores de mensajes de texto tuvieran que escribir un párrafo completo, sin abreviaturas, compuesto por frases largas, con oraciones subordinadas de esas que empiezan con palabras como "aunque", "pese a que" o "si bien", si tuvieran que usar verbos en subjuntivo y potencial, si se les pidiera que en ese párrafo incluyeran, como ejercicio, por lo menos tres palabras buscadas más alla de los límites de su propio vocabulario, podríamos estar tranquilos porque los mensajes de texto serían no una amenaza, sino las formas más radicalmente elementales de una exclamación o una pregunta.

Beatriz Sarlo
Revista Viva de Clarín, 2 de mayo de 2006

"Flores" de Jorge Accame

Personalmente no me gusta mucho el texto, pero bueno, ahí va:



Yo era profesor de Castellano en la Escuela Normal y a mediados del ochenta, en el segundo año A del bachillerato, tomé una prueba escrita de análisis sintáctico. Al devolver las hojas corregidas sobró una. Los alumnos me dijeron que ese nombre no correspondía al grupo. La evaluación, que había sido reprobada, llevaba la firma de un confuso Juan o José Flores. La guardé dentro de mi portafolios.

Por las dudas, en los días sucesivos pregunté en otros cursos: todos ignoraban su origen. Repasé las listas; en vano. Nadie apareció con ese apellido.

No me sorprendí demasiado. Un escrito aplazado era quizá eludido hasta por su propio dueño. Probablemente abusando de mi ignorancia acerca de los integrantes de cada grupo, alguien había firmado con seudónimo previendo el resultado fatal.

Hacia septiembre, volví a examinar al segundo año. Corregí los trabajos y me encontré –creo que lo esperaba- con otra hoja firmada por Flores. Tampoco esta vez había aprobado.

No llevé a cabo más pesquisas. Ahora estaba seguro de que Flores pertenecía al segundo A. Haber encontrado dos veces un trabajo suyo entre las evaluaciones de ese grupo lo confirmaba. Sospeché que se trataba del nombre apócrifo de algún bromista que había hecho dos pruebas. Una, firmada con su verdadero apellido para obtener un concepto real; la otra, que debía atribuirse a una sombra -Flores-, y que era entregada con el solo propósito de perturbarme.

Durante el recreo, mencioné el episodio en el buffet de mis colegas. En ese momento el comentario no produjo ningún efecto. Nunca se escucha realmente lo que dice el otro, salvo que el discurso sea por mera casualidad el que uno mismo está por decir.

Cuando ya iba a entrar al aula, sentí que me aferraban el brazo para detenerme. Era una preceptora.

Se la veía nerviosa.

-Sin querer –murmuró- he oído lo que relató en el bar.

Le dije para tranquilizarla que no tenía la menor importancia.

Ni siquiera intentó escucharme y empezó a hablar:

-Había hace tiempo, en segundo A, un chico Flores que nunca aprobó Castellano. Era voluntarioso y estudiaba mucho, pero sus deficiencias –mala escuela primaria o falta de cabeza, se ve- le impidieron eximirse. Una tarde, cuando venía hacia aquí a rendir examen por quinta o sexta vez, lo atropelló una camioneta y murió. Fue la única materia que quedó debiendo para siempre.

La narración era algo melodramática. Sin embargo, la mezcla de ambigüedad y precisión entre aquellas coincidencias me inquietó por varias semanas.

Ese verano, tomé la evaluación final en segundo A. Busqué la de Flores y la aprobé sin leerla. Al día siguiente la dejé sobre el pupitre de un aula vacía.

Ya no volví a saber de mi inexistente alumno. Deliberadamente, deseché una última explicación posible: la intervención de algún familiar o amigo íntimo del difunto, que cursara en la escuela y hubiera prometido cumplir póstuma y simbólicamente su voluntad truncada.

Para mí (y para la sombra) había una sola realidad: Flores, ese año, se eximió en la materia que lo había fatigado.

La locura juega a las escondidas...


Cuentan que una vez se reunieron todos los Sentimientos y Cualidades de los hombres en un lugar de la tierra.

Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, la Locura, como siempre tan loca, les propuso. "Vamos a jugar a las escondidas!"

La Intriga levanto la ceja intrigada y la Curiosidad sin poder contenerse preguntó: ¿"A las escondidas"?, y ¿Como es eso?

"Es un juego" - explicó la Locura--, en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, al primero de ustedes que encuentre ocupara mi lugar para continuar el juego.

El Entusiasmo bailo secundado por la Euforia, la Alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la Duda, e incluso a la Apatía, a la que nunca le interesaba nada.

Pero no todos quisieron participar: La Verdad prefirió no esconderse. ¿Para que? si al final la hallaban.

La Soberbia opinó: que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y la Cobardía prefirió no arriesgarse.

----Uno, dos, tres, cuatro,... comenzó a contar la Locura.

La primera en esconderse fue la Pereza, que como siempre se dejo caer tras la primera piedra en el camino.

La Fe subió al cielo y la Envidia se escondió tras la sombra del Triunfo, que, con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.

La Generosidad casi no alcanzaba a esconderse, pues cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos:

-- ¿Que si era un lago cristalino? ideal para la Belleza.

-- ¿Que si la rendija de un árbol? perfecto para la Timidez.

-- ¿Que si el vuelo da la mariposa? Lo mejor para la Voluptuosidad.

-- ¿Que si una ráfaga de Viento? magnifico para la Libertad.

... Así terminó por ocultarse en un rayito de Sol.

El Egoísmo en cambio encontró un sitio muy bueno desde el principio. Ventilado, Cómodo, pero solo para el.

La Mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris) y la Pasión y el Deseo en el centro de los volcanes.

El Olvido no recuerdo donde se escondió, pero eso no es lo importante.

Cuando la Locura estaba por el 999,999, el Amor aun no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado hasta que divisó una rosa y, enternecido, decidió esconderse entre sus flores.

--- Un millón, contó la Locura y comenzó a buscar.

La primera en aparecer fue la Pereza solo a tres pasos de una piedra.

Después se escucho a la Fe discutiendo con Dios sobre zoología.

Sintió vibrar a la Pasión y el Deseo en los volcanes.

En un descuido encontró a la Envidia y, claro pudo deducir donde estaba el Triunfo.

Al Egoísmo no tuvo ni que buscarlo. El sólito salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas.

De tanto caminar, sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la Belleza.

Con la Duda resulto ser mas fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aun de que lado esconderse.

Así fue encontrando a todos. Al Talento entre la hierba fresca, a la Angustia en una oscura cueva, a la Mentira detrás del arco iris... (mentira, estaba en el fondo del océano) y hasta al Olvido, a quien ya se le había olvidado que estaba jugando a las escondidas.

Solo el Amor no aparecía por ningún sitio. La Locura busco detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta y en la cima de las montañas.

Cuando estaba a punto de darse por vencida, divisó un rosal. Tomo una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto, se escucho un doloroso grito. Las espinas habían herido al Amor en los ojos.

La Locura no sabia que hacer para disculparse. Lloro, Rogó, Imploró, Pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.

Desde entonces, desde que por primera vez se jugo a las escondidas en la Tierra...

"El Amor es ciego y la Locura siempre lo acompaña!"

Anónimo

Texto argumentativo:

Los textos argumentativos buscan vonvencer a los receptores de la opinión del emisor. Para lograr convencer el emisor uttiliza argumentos, estos argumentos presentan un orden jerarquico; es decir no todos tienn el mismo valor, ni el mismo peso. Todo texto argumentativo presenta una conclusión que es de lo que pretende convencer al receptor.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Cuento Felipe de Susana Olaondo


(espantapájaros)- Yo soy Felipe. Algunos me conocieron como " Felipe el espantapájaros" pero de eso ya hace mucho tiempo.

Era la época en que Felipe trabajaba en la plantación, antes de que empezaran los problemas.
Su trabajo era fácil: quedarse siempre quieto en el mismo lugar con los brazos extendidos y una cara tan seria como para que a ningún pájaro se le ocurriera acercarse.
Así pasaba sin moverse, aburridísimo, invierno y verano.
Durante años hizo muy bien su tarea, pero cada vez le resultaba más difícil quedarse quieto y peor aún, estar solo. Vivía en un campo amarillo, rodeado de miles de girasoles que eran su única compañía.

(Baile de los girasoles)

Al atardecer las flores se daban vuelta para miara a Felipe y en medio de esa soledad, una única cosa lo hacía sentir muy feliz:

(espantapájaros)_Mi gran pasión es contar cuentos. Los ucnetos me permiten vivir las más increíbles aventuras, moverme y reírme por un rato.

Por eso, todas las tadecitas, al bajar el sol, con gran entusiasmo, contaba un cuento tras otro como si un gran público lo acompañara.
Hasta que una tarde, despacito, escondiéndose entre las plantas, se acercó Carluncho, el coendú.

(Coendú)-Este tipo debe estar medio loco.

Pensó Carluncho cuando lo oyó hablar solo. Pero cuando escuchó los cuentos, le parecieron tan divertidos que al bajar el sol iba apurado hacia la plantación y se quedaba a escuchar.
Hasta que un día... se escucharon risas y aplausos.

(coendú)-¡¡SOY YO, CARLUNCHO!! ¡Tu cuento me pareció excelente! Y hoy estuviste más gracioso que nunca.

(espantapájos)-Muchas gracias. Me llamo Felipe y nunca pensé que hubiera más público escuchando.

(coendú)- Yo soy el único que viente, pero me gustaría traer a mis amigos, los animales del monte, para que te conozcan.

(espantapájaros)-¿Estás seguro de que ninguno se va a comer las semillas?

(coendú)-¡Ni que hablar!. Te doy mi palabra de honor.

(espantapájaros)- Bueno, pero ¡que no se vayan a enterar los pájaros!

Carluncho se fue entusiasmadísimo con la idea de volver con todos sus amigos a escucharlo. Y escribió, en una hojita, un mensaje para cada uno que decía:
"Su sabés guardar un secreto, te espero mañana a las tres bajo el ombú. Firmado Carluncho"
Como los bichos eran muy curiosos, al otro día a las tres en punto y a la sombra, estaban todos esperándolo, menos el grillo, que como todavía no sabía leer, al ver esa hoja tan tiernita se la comió.
Carluncho entonces les dijo:


(coendú)-Conseguí una invitación de Felipe el espantapájaros, el mejor cuentacuentos del lugar.

(yacaré)- ¿Cuentaquéeeeeeeeee?

(coendú)-Cuentacuentos les dicen a quienes les gusta contar historias, cuentos y Felipe es el mejor.

(nutria)-Seguro que son cuentos de girasoles (cara de aburrida)

(Coendú)- ¡Nada que ver! Yo los escucho siempre y son buenísimos.

(carpincho)-Mmm... Felipe tiene una cara tan seria (bosteza)

(perdiz)-Además no se mueve nunca y eso me hace sospechar mucho.

(Coendú)-
Yo les aseguro que es muy bueno. Si no se animan... peor para ustedes. ¡Yo me voy!

Los animales confiaron en él y desde ese día, todas las tardecitas una larga fila de mulitas, venados, tucu-tucus, zorros, lagartos, carpinchos y ñandúes van a la plantación y rodean a Felipe para escuchar sus cuentos.

(carpincho)-Contá cuando la perdiz le cosió la boca al zorro porque quería aprender a silbar...

(mulita)-Contá el de la tortuga y la liebre.

(venado)-Y el del hornero, aquel que hizo un nido de ocho pisos...

Siempre contaba y contaba y nunca se cansaba. Estaba tan feliz rodeado de amigos que todo parecía perfecto.
Unos meses después, desconfiados al principio, los pájaros se fueron acercando. Y cuento va, cuento viene, aprovechaban para picotear una que otra semilla. Felipe estaba tan concentrado imaginando historias que ni notó que cada vez quedaban menos plantas.
Lo más grave fue cuando don Melitón, el dueño del campo, vio que algo volaba sobre sus girasoles. Como no veía muy bien de lejos, penso que eran aviones, pero al mirar con el largavistas no tuvo la menor duda.


(Melitón)-¡Son pájaros! ¡Los malditos pájaros! ¡Y para colmo están todos alrededor de Felipe!

Don Melitón estaba furioso, tan rojo de rabia que parecia a punto de estallar por lo que se fue rápidamente a la plantación.


(Melitón)- ¡¡¡FELIPE!!! ¿USTED PIENSA QUE ESTO ES UN PARQUE DE VACACIONES?
¡Tiene cuatro días para espantar todos estos pajarracos de mi campo o queda despedido!

(Felipe) - ¡Cuatro días es poquísimo! No se como voy a poder sacar a los pájaros.

(Tucu-tucu)-¡Escuché todo! (sale de la cueva, tirando tierra)

(Felipe)- Estoy metido en un gran lío.

(tucu-tucu)-¡Ya lo creo! Yo puedo consultar con mi tío el inventor. El tiene muy buenas ideas.

Tucu se sumergió en la cueva, excavó y excavó hasta lo del tío y gritó:


(tucu-tucu)- ¡TÍO! ¡Qué suerte que te encuentro! Te necesito urgentemente.

En seguida le contó de Felipe y sus cuentos increíbles, de sus amigos del monte, de la plantación, de los pájaros y de don Melitón que en cuatro días pensaba despedir a Felipe. El tío pensó y dijo:

(Tío)-
No es fácil. Lo fundamental es que los pájaros vuelvan a tenerle miedo. Que Felipe no sea más Felipe. Tendrían qeu edisfrazarlo.

(Tucu-tucu)- ¡¡Claro!! Felipe parecerá otro y le tendrán tanto miedo que se irán volando a otro campo ¡SOS GENIAL!

Tenía que conseguir rápido un disfraz. Y esa misma tarde Tucu habló con el ñandú, que tenía una tela negra en su nido, y con la nutria que guardaba dos colmillos de lobo de mar y Carluncho podría llevar unos cuernos de toro que usaba de perchero. Al día siguiente, la nutria y el ñandú se acercaron a Felipe, llevando el disfraz. El ñandú le habló al oído, pues no quería que los pájaros se enteraran.


(Felipe)- ¡¡Voy a parecer un monstruo!!

(Ñandú)- ¡¡SSHHH!! Eso es lo que queremos. Quedate callado porque si no el plan no funciona.

Después de varias horas de intenso trabajo, costaba reconocerlo; había quedado realmente horrible.
Durante esa tarde no se acercó ni un pájaro. Los animales del monte observaban y sonreían con aire triunfador.
Esa misma noche, sin saber como, se le escaparon a Felipe dos cuentos de terror tan buenos que una bandada de murciélagos, cuervos y lechuzas se instaló fascinada a escuchar. Y cuento va... cuento viene... comenzaron a picotear semillas para variar.

(Coendú)- ¡Esto es el fin!

Entonces el ñandú, a quein todos respetaban porqeu "veía más lejos", dijo:

(ñandú)- Barbaridá. Esto es cosa seria, Felipe es un cuentacuentos nomás. Cada uno tiene que hacer lo que más le gusta y Felipe es cuentacuentos y chau.

(Coendú) ¡Eso es! Eso es lo que debería decir Felipe, ¡chau! a los girasoles y ¡chau! a don Melitón y venirse con nosotros a contar cuentos.

En medio de lo que quedaba de la plantación Felipe no sabía qué pensar. Solo estaba seguro de que por nada del mundo dejaría de contar cuentos.
De pronto se escuchó un sonido extraño, como si miles de pájaros se acercaran.
Una gran bandada se acercó en vuelo bajito y se llevaron a Felipe que fue perdiendo su disfraz y hasta su viejo sombrero de espantapájaros.
Cuando quiso acordar estaba en el monte rodeado de todos sus amigos y sintiéndose en su casa.
Por eso, si algún día van de tardecita al monte, pasando la lomita, podrán escuchar risas y a Felipe que sigue contando los mejores cuentos del lugar.

Texto: Esa boca


Su entusiasmo por el circo se venía arrrastrando dede tiempo atrás. Dos meses, quizá. Pero cuando siete años son toda la vida y aún se ve el mundo de los mayores como una muchedumbre a través de un vidrio esmerilado, entonces dos meses representan un largo, insondable proceso. Sus hermanos mayores habían ido dos o tres veces e imitaban minuciosamente las graciosas desgracias de los payasos y las contorsiones y equilibrios de los forzudos. También los compañeros de la escuela lo habían visto y se reían con grandes aspavientosal recordar este golpe o aquella pirueta. Sólo que Carlos no sabía que eran exageraciones destinadas a él, a él que no iba al circo porque el padre entendía que era muy impresionante y podía conmoverse demasiado ante el riesgo inútil que corrían los trapecistas. Sin embargo, Carlos sentía algo parecido a un dolor en el pecho siempre que pensaba en los payasos. Cada día se le iba siendo más difícil soportar su curiosidad.
Entonces preparó la frase y en el momento oportuno se la dijo al padre: "¿No habría forma de que yo pudiese ir alguna vez al circo?"A los siete años, toda frase larga resulta simpática y el padre se vio obligado primero a sonreír, luego a explicarse: "No quiero que veas a los trapecistas". En cuanto oyó esto, Carlos se sintió verdaderamente a salvo, porque él no tenía interés en los trapecistas. "¿Y si me fuera cuando empieza ese número?" "Bueno", contestó el padre, "así, sí".
La madre compró dos entradas y lo llevó el sábado de noche. Apareció una mujer de malla roja que hacía equilibrio sobre un caballo blanco. Él esperaba a los payasos. Aplaudieron. Después salieron unos monos que andaban en bicicleta, pero él esperaba a los payasos. Otra vez aplaudieron y apareció un malabarista. Carlos miraba con los ojos muy abiertos, pero de pronto se encontró bostezando. Aplaudieron de nuevo y salieron -ahora sí- los payasos.
Su interés llegó a la máxima tensión. Eran cuatro, dos de ellos enanos. Uno de los grandes hizo una cabriola, de aquellas que imitaba su hermano mayor. Un enano se le metió entre las piernas y el payaso grande le pegó sonoramente en el trasero. Casi todos los espectadores se reían y algunos muchachitos empezaban a festejar el chiste mímico antes aún de que el payaso emprendiera su gesto. Los dos enanos se trenzaron en la milésima versión de una pelea absurda, mientras el menos cómico de los otros dos los alentaba para que se pegasen. Entonces el segundo payaso grande, que era sin lugar a dudas el más cómico, se acercó a la baranda que limitaba la pista, y Carlos lo vio junto a él, tan cerca que pudo distinguir la boca cansada del hombre bajo la risa pintada y fija del payaso. Por un instante el pobre diablo vio aquella carita asombrada y le sonrió, de modo imperceptible, con sus labios verdaderos. Pero los otros tres habían concluido y el payaso más cómico se unió a los demás en los porrazos y altos finales, y todos aplaudieron, aun la madre de Carlos.
Y como después venían los trapecistas, de acuerdo a lo convenido la madre lo tomó de su brazo y salieron a la calle. Ahora sí había visto el circo, como sus hermanos y los compañeros del colegio. Sentía el pecho vacío y no le importaba qué iba a decir mañana. Serían las once de la noche, pero la madre sospechaba algo y lo introdujo en la zona de luz de una vidriera. Le pasó despacio, como si ni lo creyera, una mano por los ojos, y después le preguntó si estaba llorando. Él no dijo nada. "¿Es por los trapecistas? ¿Tenías ganas de verlos?"
Ya era demasiado. A él no le interesaban los trapecistas. Sólo para destruir el malentendido, explicó que lloraba porque los payasos no le hacían reír.

Texto: "Confesión del autor" de Eduardo Galeano.


Como todos los uruguayos, quise ser jugador de fútbol. Yo jugaba muy bien, era una maravilla, pero solo de noche, mientras dormía: duarnte el día era el peor pata de palo que se ha visto en los campitos de mi país.
Como hincha, también dejaba mucho que desear. Juan Alberto Schiaffino y Julio César Abbadie jugaban en Peñarol, el cuadro enemigo. Como buen hincha de Nacional, yo hacía todo lo posible por odiarlos. Pero el Pepe Schiaffino, con sus pases magistrales, armaba el juego de su equipo como si estuviera viendo la cancha desde lo más alto de la torre del estadio, y el Pardo Abbadie deslizaba la pelota sobre la línea blanca de la orilla y corría con botas de siete leguas, hamacándose sin rozar la pelota ni tocar a los rivales: yo no tenía más remedio que admirarlos, y hasta me daban ganas de aplaudirlos.
Han pasado los años, ya la larga he terminado por asumir mi identidad: yo no soy más que un mendigo de buen fútbol. Voy por el mundo sombrer en mano, y en los estadios suplico: -Una linda jugadita, por amor de Dios.
Y cuando el buen fútbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece.

Yo también soy una mendiga de buen fútbol, pero festejar un triunfo de los manyas (?) No, no aguante la blanca! :P :P

Fragmento de "La ciudad sin nombre" de J. Torres Garcia


Acabo de llegar a una ciudad de la cual desconozco su nombre. Hombres, como yo, circulan por las calles. Nada me liga a ellos. No soy conocido en la ciudad; yo no conozco a nadie. Esto me da una independencia, de que gozo, porque sé que nadie vendrá a perturbar mi libertad.
Observo: casas, calles como en todas partes, vehículos, plazas... y siempre el SOL, el cielo, la geometría de las alineadas casas y el árbol, el agente de seguridad, las tiendas, y la estación del tren.
Circulo entre la gente, oigo sus voces, una sonrisa, un gesto, dos que hablan en una esquina, otro que saluda... ¿Qué me liga a todo esto? Nada, y todo. Nada, porque a nadie conozco ni sé de nadie; pero todo, porque yo también soy un hombre. Y si ahora hiciera un gesto extravagante, dejaria al momento de ser ese hombre libre que circula: despierta la atención sobre mi persona, ya entraríaa en relación de algún modo, con los que me rodean (...)

Texto "El pajaro del alma" de Mijal Snunit


"Hondo, muy hondo dentro del cuerpo habita el alma, nadie la ha visto nunca pero todos saben que existe.
Y no sólo saben que existe, saben también lo que hay en su interior. Dentro del alma, en su centro, está, de pie sobre una sola pata, un pájaro: El pájaro del Alma. Él siente todo lo que nosotros sentimos.
Cuando alguien nos hiere, el Pájaro del Alma vaga por nuestro cuerpo, por aqui, por allá, en cualquier dirección, aquejado de fuertes dolores.
Cuando alguien nos quiere, el Pájaro del Almasalta, dando pequeños y alegres brincos, yendo y viniendo, adelante y atrás.
Seguramente quieres saber de qué está hecho el Pájaro del Alma. ¡Ah! Es muy sencillo: está hecho de cajones y cajones; pero estos cajones no se pueden abrir así nada más. Cada uno está cerrado por una llave especial. Y es el Pájaro del Alma el único que puede abrir sus cajones.
Y como todo lo que sentimos tiene su propio cajón el Pájaro del Alma tiene muchísimos cajones.
Un cajón para la alegría y un cajón para la tristeza, un cajón para la envidia y un cajón para la esperanza, un cajón para la decepción y un cajón para la desesperanza, un cajópn para la paciencia y un cajón para la impaciencia. También hayu un cajón para el odio y otro para el enojo, y otro para los mimos.
El Pájaro del Alma quiere hablarnos de nosotros mismos, quiere hablarnos de los sentimientos que encierra en sus cajones.
Por eso es conveniente ya tarde, en la noche, cuando todo está en silencio. escuchar al Pájaro del Alma que habita hondo, muy hondo, dentro del cuerpo."

Buen texto para leer, pero... no hay que escuchar al alma, mejor es escuchar a Dios! él de verdad sabe lo que es mejor para nosotros! :p